viernes, 4 de enero de 2013


RECUPERANDO LA BRUJULA

    Alguien inventó alguna vez un artefacto capaz de guiar la ruta de un navegante marino, intraterreno, cósmico... ¡Qué más da! Lo cierto es que una coordenada ubicada lejos del lugar del viajero, quería ser alcanzada por éste y temía desorientarse al punto de perderse del destino deseado.
Fue entonces cuando las estrellas, las mareas, la experiencia y la intuición comenzaron a desistir de su sabiduría, ante la exactitud del objeto guiador.
El acierto del camino acortaba distancias y el tiempo parecía multiplicarse para avanzar aún más.
Pero algunos viajeros perdían sus brújulas y con ellas, sus naves cargadas de sueños. Desorientados al fin, buscaron espejos en el cielo pero las luminarias no entendían su lenguaje; de la intuición sólo quedaron resabios de saberse humanos y de la experiencia... ¡Sólo sabían manejar aquel instrumento! Finalmente, las mareas se llevaban todo: navegante, navío y destino.
Nada ha cambiado para nosotros en estos tiempos, en los que -perdidos en mares de confusión- buscamos artefactos que nos guíen hacia nuestro mar interior.
Y eso, literalmente, es imposible.
Sin embargo, el miedo a perdernos por obedecer decisiones erróneas, nos hace pensar que es preferible dejar el timón en manos de expertos ajenos a nuestro corazón, olvidando que el camino es individual.
En el silencio de cada instante de vacío llegan las vacaciones del alma, el sosiego de la mente, la noción del propio camino y el hallazgo de la ruta perfecta cuya única guía es nuestro sol interior.
Graciela Khristael (04/01/2013)

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