PARTITURA
Después de la clase en el Conservatorio, tomó
la partitura de la obra que había practicado con el Maestro de piano y la llevó
consigo hasta la clase siguiente.
Apenas una semana más tarde, el reencuentro fue
casi la escena de alguna memorable obra de teatro en pleno proceso de
elaboración. Al pedido de colocar la partitura en el atril para comenzar el
ensayo, el discípulo extrajo de los bolsillos de su chaqueta, manojos de
pequeños retacitos de papel, los cuales –para mayor comodidad- colocó sobre la
tapa del instrumento.
El profesor se acomodó sus anteojos y se
inclinó ligeramente sobre los recortes de lo que parecía ser una partitura.
-¿De qué se trata esto que has traído?
El alumno no hizo demasiados ademanes para
contestar, porque para él ya estaba muy claro aquel asunto:
-He recortado cada nota escrita y las traje
en partes. ¡Ninguna otra cosa!
-¿Y cómo piensas hacer para tocar la obra?
-Quizá no pueda. Al menos he descubierto que
no sé qué es lo que hace que todas ellas estén unidas.
-Pero de eso se trata tu aprendizaje: estilos,
tiempos, acordes, armonías…
-Esos son resultados, no principios. Si no me
separo del ruido, nunca escucharé el sonido.
El profesor se quedó sin palabras.
Lentamente, el joven recogió los papelitos;
los colocó en el mismo sitio donde habían venido. Luego, abriendo una carpeta,
extrajo una hoja pentagramada que colocó sobre el atril.
-¿Y ahora cómo sigue esto? Preguntó el
Maestro desconcertado.
-Vamos a continuar con la clase; lo mío ha
sido sólo una reflexión. He traído, como verá, una copia sin defecto de lo que
tomé prestado la semana anterior: -¡la partitura! / Graciela Khristael oasisdelalmakhristael@gmail.com 8-9 de abril 2013
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