lunes, 8 de abril de 2013


PARTITURA

Después de la clase en el Conservatorio, tomó la partitura de la obra que había practicado con el Maestro de piano y la llevó consigo hasta la clase siguiente.
Apenas una semana más tarde, el reencuentro fue casi la escena de alguna memorable obra de teatro en pleno proceso de elaboración. Al pedido de colocar la partitura en el atril para comenzar el ensayo, el discípulo extrajo de los bolsillos de su chaqueta, manojos de pequeños retacitos de papel, los cuales –para mayor comodidad- colocó sobre la tapa del instrumento.
El profesor se acomodó sus anteojos y se inclinó ligeramente sobre los recortes de lo que parecía ser una partitura.
-¿De qué se trata esto que has traído?
El alumno no hizo demasiados ademanes para contestar, porque para él ya estaba muy claro aquel asunto:
-He recortado cada nota escrita y las traje en partes. ¡Ninguna otra cosa!
-¿Y cómo piensas hacer para tocar la obra?
-Quizá no pueda. Al menos he descubierto que no sé qué es lo que hace que todas ellas estén unidas.
-Pero de eso se trata tu aprendizaje: estilos, tiempos, acordes, armonías…
-Esos son resultados, no principios. Si no me separo del ruido, nunca escucharé el sonido.
El profesor se quedó sin palabras.
Lentamente, el joven recogió los papelitos; los colocó en el mismo sitio donde habían venido. Luego, abriendo una carpeta, extrajo una hoja pentagramada que colocó sobre el atril.
-¿Y ahora cómo sigue esto? Preguntó el Maestro desconcertado.
-Vamos a continuar con la clase; lo mío ha sido sólo una reflexión. He traído, como verá, una copia sin defecto de lo que tomé prestado la semana anterior: -¡la partitura!  / Graciela Khristael   oasisdelalmakhristael@gmail.com  8-9 de abril 2013



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