¡QUE
NO SE DUERMA!
Lo llevó a la sala
de emergencias lo más pronto que pudo.
En andas de su padre
aquel niño intentaba dormirse y su mamá, tomada del brazo de su esposo;
nerviosa, atemorizada, realmente desesperada, le hablaba al hijo sin dejar de
hacerlo. Le repetía: -¡Hijito mío!, ¡No te duermas!, ¡Escucha a mamá!
Por fin, al
llegar, los recibió una enfermera
tomando al pequeño entre sus brazos y -colocándolo sentado sobre una camilla- examinó
superficialmente la zona del golpe que sus padres le señalaban llevándoles
calma a la vez:
-Estará bien. Voy a
llevarlo hasta la sala de placas radiográficas. En un momento vendrá con
ustedes la doctora de guardia.
Casi fue un
intercambio inmediato de personas, porque salió aquella mujer del cuarto e
ingresó una médica con un estetoscopio pendiendo de su cuello, unos papeles en
la mano derecha y sus lentes en la izquierda.
-Buenos días papis.
¿Qué ha ocurrido?
Ambos se miraron
como decidiendo quién hablaría. Lo hizo el padre:
-Mi esposa y yo
somos guías espirituales de una corriente filosófica que practicamos desde hace
décadas. Este año, después de muchos esfuerzos nos hemos comprado un pequeño
velero por el que hicimos una celebración hoy a la tarde. Nuestro hijo se trepó
al mástil sin que lo viésemos y antes de llegar a la mitad de su altura, cayó
sobre la cubierta, golpeando su cabeza.
-Entiendo.
Fue todo cuanto
respondió la doctora. Luego, con tranquilidad, les hizo un gesto para que
tomaran asiento, a la vez que ella se ubicaba en una butaca sin apoyo para la espalda.
Vestía un pantalón blanco y una chaqueta de color verde claro. Se cruzó de
piernas y con ambas manos abrazó su propia rodilla.
Entonces les
explicó:
-El niño es el
espejo de algo que no están viendo. Quizá siempre quisieron un velero más que
cualquier otra cosa y ahora sus sentidos se embelesan con la conquista. Si
realmente es lo menos importante, parece que lo han olvidado. Un golpe los
llama a la realidad.
Se puso de pie
lentamente, caminó hacia la puerta a la misma vez que la enfermera volvía con
el pequeño, caminando y alegre. Antes de salir de la sala se volteó
agregándoles:
-¡Que no se duerma!
Los padres vieron al
niño sonreír y andar… No comprendían.
-No me refiero a él,
sino a vuestro espíritu.
Escrito por Graciela
Khristael khristael@gmail.com 5 de Marzo / 2013 re-editado el 14 de
junio/2013
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