domingo, 21 de julio de 2013

Aprender de Cada Momento.

SENSACIONES

-¡Ay osada tristeza! ¿A qué has venido?
Pregunta de cualquier persona, en un día de su vida.
- ¿A qué otra cosa que no sea examinar cuánto has aprendido?
Respuesta de la emoción que llega sin aparente sentido.
-Sólo te recuerdo cada vez que algo perdí más también cuando mis dudas no cesaban en mi mente-; reflexión de esa persona cualquiera.
-¿Qué cosa extraviaste entonces y por qué tu razón no respondía a tus dudas?
La emoción arribada que va cobrando sentido.
-¡Imposible enumerar tantas cosas! ¿Cómo hubiese podido ayudar mi razón?
Ese alguien insistiendo.
-Tanta fragilidad me conmueve. Si acaso sospechara de la inocencia de tu tristeza de hoy, no dialogaría contigo. Creo que eres una persona sincera.
Dejó la emoción como balance.
-No me ayudas, me confundes y me enojas-, casi a punto de cortar el diálogo con la tristeza.
-Por eso dije que eras una persona sincera; sé que te acabas de enojar conmigo y ese es el mejor indicio de que estás usando la razón. Si la tristeza que simbolizo en este día, tantas veces estuvo asociada a tus pérdidas  así como a tus dudas sin fin; ya deberías saber  que sólo vengo para enseñarte pero jamás, para quedarme contigo.
Un breve silencio.
-¡Pero eres la misma emoción cada vez!- replicando la persona.
-Es que no he de cambiar yo sino tú. Siempre seré la tristeza.  Vendré vulnerando tu percepción, tu razón y todas tus capacidades de ser la grandiosidad que eres- arrojó la emoción sin deseos de ser sutil.
-¿Es que pretendes que no sienta?, ¿Imaginas la desidia en mí?
-¡Soy la tristeza! ¡No tengo pretensiones! ¡Ya tengo un poder sobre ti!
Otro silencio, un poco más prolongado.
-Ya recuerdo por qué viniste hoy. Es cierto, no he aprendido. Acumulo los recuerdos dolorosos hasta que un mínimo instante de duda o preocupación les abre las puertas a todos a la vez.  No los he superado; no los he comprendido;  no he sabido qué hacer con ellos hasta hoy. Ya no quiero quedarme contigo-, dijo alguien que ya no era cualquiera.
-¡Ay humano, qué ventura! ¡Ya sabes a qué he venido!- Se alegró en su propia paradoja la tristeza.
-A recordarme que el dolor no va al archivo del olvido sino a la esencia de la sabiduría. Que la tristeza no es el ancla de mi nave sino el impulso para navegar.
Graciela Khristael  oasisdelalmakhristael@gmail.com  re-editado el 21 de julio 2013

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