El esfuerzo de la libertad.
Entre todos los mandatos sociales, las creencias familiares, los datos acumulados por propia asimilación sin dejar de tener en cuenta las influencias de quienes nos rodean; llegamos a la conclusión de que la vida es una acción continua de múltiples esfuerzos sin los cuales, nada se consigue. La mayoría de las veces, claramente entendido, los vanos e inútiles intentos por alcanzar ciertas metas terminan haciendo de nuestras esperanzas, una víctima maniatada en el interior de la mente.
Si pudiésemos cada tanto recordar que el que se esfuerza pone en juego su fuerza, tal vez al detenernos en ese punto terminaríamos por darnos cuenta de que hasta la propia definición de diccionario es cuestionable, ya que se refiere como "todo agente capaz de modificar la cantidad de movimiento o la forma de los materiales. No debe confundirse con los conceptos de esfuerzo o de energía."
Es difícil imaginar un esfuerzo sin que la energía se comprometa en ello y mucho más cuando se explica que la fuerza modifica las formas.
Entre las idas y venidas de las ideas, aparece la respuesta a cada pregunta porque ambas están en nosotros; resultando que -cualquiera sea la ley física desde donde analicemos el sentido y alcance de la fuerza- ella existe como productora de movimiento o bien como consecuencia de resistir a otras fuerzas.
Así, casi de inmediato, llega a nuestra parcela meditativa la angustia del ser que quiere sentirse liberado de tantas presiones, para permitirse fluir en sus propias elecciones por claros senderos y hacia objetivos felices.
Sin embargo, suele aparecer la extraña sensación de imposibilidad de movimiento en cualquier dirección, cuando ancla en nosotros la tan conocida estrategia emotiva llamada: miedos.
Es tan vasta la lista de sus apariencias que resulta atinado resolver el tema preguntándonos acerca del esfuerzo personal, si es el único medio para alcanzar un objetivo.
Eso es sólo la mitad de una verdad. La otra mitad la tiene el alma, única emisaria y receptora de los verdaderos deseos del ser que suele -muy a su pesar- permanecer largo tiempo encerrada sin saberlo, por la propia mente que no quiere hacer el esfuerzo -por los mismos miedos- de dejarla en libertad.
Con Amor,
Graciela Khristael 12/02/2014
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