miércoles, 23 de abril de 2014

Ley del Tiempo - Conexión con el Origen

¡Amores!
“Pensé en un mundo sin memoria, sin tiempo; consideré la posibilidad de un lenguaje que ignorara los sustantivos, un lenguaje de verbos impersonales y de indeclinables epítetos. Así fueron muriendo los días y con los días los años, pero algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana. Llovió, con lentitud poderosa.”   Jorge Luis Borges

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Ley del Tiempo-Conexión con el Origen
Bauen Suite Hotel  20-04-2014
Domingo de Pascuas


-¿De qué se trata la vida sino de una experiencia cuyo requisito es hacerla viviendo?
-¿De qué se trata el despertar sino de una salida del sueño?
-¿De qué se trata la bondad sino de una práctica que se realiza sin personalidad?
-¿De qué se trata el antiguo asunto de amar al prójimo sino de la única posibilidad de ser lo más próximo a ti mismo?
Y allí vamos por la vida sin encontrarle sentido cuando las cosas no salen como se esperan; despertando a medias de las ilusiones que aceptamos como necesarias; fingiendo bondad en tanto se muestran las manos que la otorgan y eludiendo la responsabilidad de Amar sin esperar cosa alguna a cambio.
Entonces el Tiempo se hace presente sin discriminar entre unos y otros porque su Ley lo es todo…
Resulta al cabo que componemos historias completas en nuestra mente a partir de los datos que instante a instante sumamos sin cesar; desconociendo la velocidad con que ello se realiza, hasta que terminamos convencidos de que nuestra película es real.
Damos crédito a las emociones que generamos a partir de nuestro aparato neurológico que –a estas alturas de la ciencia- sabemos que no sólo se compone de un sistema nervioso centrado en el cerebro, sino que cada órgano tiene en sus células sus propios registros emocionales de cada sujeto.
Así vamos confundiendo sensaciones y percepciones; enfermedad con castigo; personas con enemigos y los apegos como indicios de eternidad. ¿Quién podría elevar sus pies del suelo si ata a su cuerpo todo aquello que jamás se dará a volar?
Utilizamos un sinnúmero de palabras sin sentido para justificar una sabiduría que no poseemos y así vamos por el mundo confundiendo al Universo con un testaferro que se hará cargo de nuestras decisiones, a las bendiciones como una excusa de una santidad que no alcanzamos, a los conocimientos como un instrumento de poder y al Tiempo como el mejor pretexto de que todo lo sana.
Somos deseadores de buenas cosas para los otros porque ello no resta dinero, ni fama ni caricias al ego, siempre y cuando – ¡desde luego!- no se convierta en realidad; porque entonces entran en juego los miedos de perder dinero, prestigio o reconocimiento personal. En definitiva, somos muy poco sinceros a consecuencia de un pánico indescifrable que tiene muchas máscaras, se viste de diversos trajes pero tiene una esencia que se llama: Tiempo.
Sin él no existe tarea en la Tierra por hacer.
Por eso, batallamos con nuestro ser interno, con nuestro propio Yo, con nuestra cotidianeidad sin poder comprender a ciencia cierta qué nos está ocurriendo y es sencillo: Buscamos la felicidad pese a que siempre han sido sólo promesas y corremos desesperados, viviendo contra-reloj nuestro mundo de posibilidades.
Tenemos dos opciones, resultando la más corriente colapsar emocional y físicamente; pero existe la segunda que es la más difícil, lenta pero efectiva, en torno de la toma de consciencia que el Ser hace acerca del Ser. En definitiva, ir al encuentro de todas las partes de uno mismo.
Si hablamos de partes quiere decir que estamos hechos de algo más que un cuerpo físico y de ello, en estos finales de tiempos como los conocemos, todos ya estamos convencidos. Podemos buscar los fundamentos en la metafísica, en las religiones más variadas, en la biología, en la ciencia médica y en la ciencia física; en la filosofía más clásica y en los restos arqueológicos diseminados por todo el planeta: somos cuerpo y energía; pudiendo resumirse en energía con forma material.
Es esa otra parte nuestra que nos sopla al oído, que nos inspira, que nos guía, nos acompaña y nos señala el camino cuando la conexión es total. Es quien puede viajar en el tiempo trayendo las respuestas a nuestras preguntas. Es quien también nos guiará al cruzar el umbral de la muerte física. Es quien habrá de elegir las mejores experiencias que debamos atravesar, a fin de alcanzar el propósito para el que hemos venido.
Tal fue la razón que nos condujo a todos los asistentes de este encuentro en un Domingo de Pascuas a esa coordenada de tiempo y espacio.
Entonces sucedió la magia y las antiguas memorias comenzaron a moverse en cada uno y aquello que necesitaba ser sanado alcanzó su apogeo luego del intervalo que realizáramos en mitad de la Conferencia.  Los abrazos de cierre y la distribución de semillas del Árbol que alguna vez me mostrara el camino pusieron el sello que en palabras de Jesús habrían sido: “Está hecho”.
Con amorosa gratitud para quienes estuvieron presentes, deseo sinceramente que muchos otros tengan esta oportunidad muy pronto.

Graciela Khristael









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