jueves, 20 de agosto de 2015

Despacio...

No te apresures...
Hoy podría ser lunes, tal vez domingo... No es lo más importante.
Anduve por las calles de Buenos Aires entre la tarde-noche de ayer, viajé en subte, metro, tren... Seguí andando durante la mañana-tarde de hoy y si tuviese que hacer una síntesis diría: -¡Cuán sola está la gente!; ¡Enormemente distanciada pese a la cercanía de los cuerpos físicos!; muchos muy nerviosos, demasiado alterados unos cuantos y la mayoría -aún caminando- conectados con auriculares que al parecer les garantiza estar separados del entorno.
Pocas cabezas mirando por encima de los celulares; piernas y pasos por las calles cruzando en las esquinas al más mínimo intercambio de luces; gente alborotada internamente dejando entrever su desconcierto en las miradas; expectativas en una agencia de viajes, comensales apurados mirando el reloj en cada sitio de comidas, vendedores invitando a la compra y lo más parecido a una red de pescadores si uniese con líneas imaginarias a la gente con los vehículos,con las decenas de palomas por allá y más acá, con las notas de las tapas de revistas y con cada enemigo invisible que en cierto modo es sólo la rutina.
Vivir es tomar consciencia de que no hay lugar de llegada si acaso cada experiencia pierde todo el sentido como oportunidad para lograr la reconexión con uno mismo que en tanto perdidos en el apuro se desvanece inevitablemente.
¡Qué linda aventura sería si los humanos nos volviésemos a mirar!, a saludar por las calles, a recuperar la sonrisa por el mero hecho de estar vivos, a silbar. a cantar mientras andamos entra la casa y el trabajo, entre los dolores y lo arrebatos de ira, entre los sueños por llegar a ser y lo concreto de estar simplemente siendo, mientras tanto.
A lo mejor la vida podría volverse más intensa, extensa y propensa a ser inexplicablemente feliz.
Peregrinando con ustedes:
Graciela González

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