El mejor cuento.

EL MEJOR CUENTO.

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Había una vez, un motivo.
Fue hace tiempo, en el pasado.
Se hizo fiesta, ave, niño, poema, canción...
Dejó de ser pasado mientras estaba siendo, pero de pronto dejó de ser.
Algo o alguien fue la causa del cuento que se iniciaba y aunque todo se esfumó, eso no dejó de seguir siendo porque ahora es esto que escribe o lee.
Las historias se renuevan para que otros cuentos muevan la mente de aquí para allá; ilusionada con las bellas ficciones tanto como confundida por los finales tristes, lo cierto es que no deja de pensar.
El pensamiento viene del pasado pero no vive allí, entonces dibuja las imágenes de mañana inventando los relatos por venir haciendo que el tiempo no se detenga; vive en el presente atormentado al comprobar que ese lugar, llamado hoy, no existe y así descubre la danza de su mente que oscila al compás de un tic tac que no cede en su ritmo, excepto cuando la inspiración se hace presente.
El motivo del había una vez se diluye momento a momento en el agua de la imaginación hasta convertirse en datos del pasado, memorias ya sin vida pero con la fuerza de hilos irrompibles que atan manteniendo los recuerdos a modo de tela de araña que atrapa a la presa, hasta convertirla en apta para ser consumida por una simple cronología.
Un cuento perfecto, quizá el mejor de todos los contados alguna vez, está grabado en nuestra mente; un relato sin final feliz, porque si acaso la historia de quiénes somos no fuese escrita por nosotros cada día, no tendríamos el motivo que lo inspire a pesar de saber a estas alturas, que todo sale del pasado proyectándose hacia un mañana que se empecina en dejarnos sin hoy.
El cuento comenzó ayer para terminar mañana, pero no se acaba el que lo cuenta ni el que lo observa; la historia tiene un secreto que debe ser descubierto, como esos tesoros ocultos en el fondo del mar haciendo que el destinatario busque en el "había una vez..." el verdadero motivo.
Graciela González
(C) 2015 "Transbordo"
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