GALLITO CIEGO
Cuando era niña compartía pasatiempos con mis amigas, totalmente olvidados y en desuso a estas alturas de los intercambios con máquinas, cartas abiertas al público (mejor llamada intimidad en la web), desbordes de stress emocional y sensación sin modo de solución de un síndrome de soledad, aún en compañía.
Si retomo el párrafo escrito quizá deba corregir esa apariencia de distinción entre una etapa y otra, porque ahora que lo pienso... ¡Nada ha cambiado!
El eterno presente está involucrado con acciones que conducen a “pasar el tiempo”, a los entretenimientos o “entretén y mientos” (diría en mi diccionario inventado), porque engañarse por un rato o por muchas horas, hace pensar –ilusamente- que se permanece lejos de los conflictos; al menos por ese espacio de tiempo.
Uno de los juegos que nos divertía en mi niñez se llamaba “gallito ciego” que convocaba al grupo de amigas y amigos en el patio de una casa, el jardín o incluso la propia calle; -donde- colocados en ronda, nos vendábamos los ojos de a uno por vez y agregábamos varios giros. La idea era marear al “gallito” de turno, para que luego tratara de alcanzar a cada uno de los otros que jugaba simplemente a mantenerse disperso, en movimiento y evitando ser tocado por el “ave ciega”.
Puede que algunas veces te sientas mareado, así como tan desorientado en tu día, como los niños de estos juegos.
Cuando esa sensación te aborde, simplemente detente allí.
Indaga en la metáfora y hallarás la respuesta. Puede que estés ciego ante tu realidad, quizá mareado por la falta de certeza en el lugar donde te encuentras e incluso es probable que la distracción esté ocupando más de lo que tu tiempo creativo está dispuesto a ceder.
Reconéctate con tu libertad interior y esa luz evitará la ceguera externa.
Graciela Khristael. khristael@gmail.com 24-25 de febrero de 2013.
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