martes, 5 de marzo de 2013


¡QUE NO SE DUERMA!

Lo llevó a la sala de emergencias lo más pronto que pudo.
En andas de su padre aquel niño intentaba dormirse y su mamá, tomada del brazo de su esposo; nerviosa, atemorizada, realmente desesperada, le hablaba al hijo sin dejar de hacerlo. Le repetía: -¡Hijito mío!, ¡No te duermas!, ¡Escucha a mamá!
Por fin, al llegar,  los recibió una enfermera tomando al pequeño entre sus brazos y -colocándolo sentado sobre una camilla- examinó superficialmente la zona del golpe que sus padres le señalaban llevándoles calma a la vez:
-Estará bien. Voy a llevarlo hasta la sala de placas radiográficas. En un momento vendrá con ustedes la doctora de guardia.
Casi fue un intercambio inmediato de personas, porque salió aquella mujer del cuarto e ingresó una médica con un estetoscopio pendiendo de su cuello, unos papeles en la mano derecha y sus lentes en la izquierda.
-Buenos días papis. ¿Qué ha ocurrido?
Ambos se miraron como decidiendo quién hablaría. Lo hizo el padre:
-Mi esposa y yo somos guías espirituales de una corriente filosófica que practicamos desde hace décadas. Este año, después de muchos esfuerzos nos hemos comprado un pequeño velero por el que hicimos una celebración hoy a la tarde. Nuestro hijo se trepó al mástil sin que lo viésemos y antes de llegar a la mitad de su altura, cayó sobre la cubierta, golpeando su cabeza.
-Entiendo.
Fue todo cuanto respondió la doctora. Luego, con tranquilidad, les hizo un gesto para que tomaran asiento, a la vez que ella se ubicaba en una butaca sin apoyo para la espalda. Vestía un pantalón blanco y una chaqueta de color verde claro. Se cruzó de piernas y con ambas manos abrazó su propia rodilla.
Entonces les explicó:
-El niño es el espejo de algo que no están viendo. Quizá siempre quisieron un velero más que cualquier otra cosa y ahora sus sentidos se embelesan con la conquista. Si realmente es lo menos importante, parece que lo han olvidado. Un golpe los llama a la realidad.
Se puso de pie lentamente, caminó hacia la puerta a la misma vez que la enfermera volvía con el pequeño, caminando y alegre. Antes de salir de la sala se volteó agregándoles:
-¡Que no se duerma!
Los padres vieron al niño sonreír y andar… No comprendían.
-No me refiero a él, sino a vuestro espíritu.   
Escrito por Graciela Khristael  khristael@gmail.com  5-6 de Marzo / 2013


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