viernes, 1 de marzo de 2013


VUELVE A MÍ

El nuevo médico del pabellón le preguntó a su colega por el paciente de la última habitación de aquel piso.
Mientras caminaban lentamente hacia allí, recibió como respuesta:
-Llegó hace cinco años y lo llamamos “Gran Maestro”.
Intrigado, el flamante residente intentó más detalles:
-¿Se ha dedicado a la práctica de alguna religión?
Su interlocutor se detuvo contestándole, a sabiendas de lo que iba a producir en el otro su respuesta:
-Ha sido un vengador.
El impacto de esas palabras hizo que su compañero de guardia se detuviera e hiciese un claro gesto de gran sorpresa,  con su rostro.
-Comprendo tu asombro. Respondía el titular del área al tiempo que –señalando la habitación del paciente- le aseveraba: -Ya hemos llegado; comparte el resto con él. Ahora te dejo a solas porque nada debes temer.  
El cuarto, tan austero como limpio, ofrecía una imagen inesperada para ese tipo de hospital; con un hombre pulcramente vestido de pantalón y camisa, indicándole con la mano que tomara asiento en un sillón situado a pasos de él, en tanto con sus manos juntas en posición de rezo, mirando hacia la ventana repetía: -Vuelve a mí; vuelve a mí; vuelve a mí….
Lo hizo durante unos dos minutos, respirando profundamente entre frase y frase. Luego, miró al médico comprendiendo la intriga que le producía este “caso”, acercando una silla para sentarse junto a aquél.
-¡Bienvenido doctor! ¿Cómo puedo ayudarle?
-Tal vez contándome la razón de sus palabras. Fue lo primero que se le ocurrió al médico que de pronto parecía adoptar el rol de paciente.
-Es muy simple. Dediqué mi vida a dar el alimento necesario a un intenso odio que crecía en mí. Cuando llegó la oportunidad de vengarme, eliminé a mi enemigo. Pero tardé muy poco en darme cuenta que aquello no había sanado lo que era propio de mí.
-¿Qué era aquello?
-Mi propio enemigo interior. El odio me pertenecía como emoción a vencer en mí. Aquel sujeto me permitía despertarlo, hacerlo crecer, practicarlo tanto como alejarme de mi vida.
-¿Qué aprendió entonces?
-Que las emociones se ponen trajes de personas, para que podamos aprender de lo que vinimos a sanar. Si vencemos en nosotros la enfermedad del odio, dejaremos libres a quienes visten el rol de enemigos.
-¿Por qué “vuelve a mí”?
-Si no se resuelve el aprendizaje en tanto estamos vivos, sobreviene la locura que conduce a la estúpida esperanza de resucitar a un enemigo para poder pedirle perdón o hasta quizá… ¡Darle las gracias!  / Escrito por Graciela Khristael   khristael@gmail.com  1-2 de marzo de 2013  


No hay comentarios:

Publicar un comentario