¡Amores!
Cada
suceso en nuestras vidas es similar a la propia imagen o a la voz de nuestro
ser, vista o escuchada en aquellos que ofician de nuestros espejos. Esos que,
luciendo de los peores o de los más amados trajes, nos provocan y nos conducen
a una sola meta de esta existencia: descubrir que somos los creadores de
nuestra realidad y que podemos, por lo tanto, modificarla hasta convertirla en
la mejor experiencia que el universo puede esperar de nosotros. Para nuestro
bien y el de todos quienes nos rodean.
La
tarea tiene sus etapas, pero cuando se inicia el camino del hacerse cargo del
propio Ser, todo se sucede como una flor que se abre de a poco o como el sonido
del corazón, en el que un latido sigue al otro y el ritmo se da por comenzado.
Reconocerse,
aceptarse, asumirse como responsable protagonista de la propia vida tanto como
comprender las cuestiones que nos incomodan; conducen a una posibilidad única:
tomar siempre la decisión correcta. Esta acción está lejos de vincularse a una
catástrofe ya que -por el contrario- indica el momento preciso en que nos damos
cuenta de que hemos creado las circunstancias y por eso creemos en la fuerza de
ellas. Para liberarnos debemos liberar a quienes simbolizan con sus actos,
nuestras constantes “excusas”; debemos ser creativos y poner el miedo al
servicio del error.
Imaginemos
que tenemos un deseo en común:
Que
el tiempo se detenga tan sólo un instante, para abrir un portal genuino capaz
de darle al aroma de la Luz, la oportunidad de esparcirse en un abrazo a todos
los seres de este planeta, generando la paz, la armonía y el cumplimiento de
los más bellos propósitos de todos quienes habitamos este bendito lugar.
Graciela
G. Khristael 13/6/2013 re-editado 13/6/2014
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