jueves, 30 de octubre de 2014

Afuera, adentro, lejos y tan cerca.

Abraza la Luna.

En uno de los Talleres de Fuente Perfecta, en esos con aroma a pan casero y la energía de las personas que asistían con la alegría y la avidez de los niños ante experiencias por descubrir; un domingo de primavera del año 2011, deslicé una pregunta:
-¿A qué distancia se encuentra la Luna?
Las respuestas desde luego fueron variadas sin descartar las divertidas, las gestuales indicando "no tengo idea" y las que arriesgaban cifras.
Finalmente la pregunta se volvió hacia mí dándome la oportunidad de exponer la cuestión de aquél domingo por la mañana.
-La he calculado aproximadamente a unos 40 metros desde donde estamos -fue mi respuesta-.
Risas, miradas encontradas, desconciertos, hasta que alguien por allí replicó:
-¡Eso no es cierto! La Luna está a una distancia que lleva mucho tiempo alcanzarla y a gran velocidad.
-¿Lo percibes de ese modo o lo has verificado?
-No es necesario. Otros lo han hecho, existen constancias astronómicas, historia, experiencias humanas de haber llegado hasta allí e incluso si utilizamos un telescopio pequeño podemos darnos cuenta de que no está a 40 metros.
-Eso no cambia mi percepción. Lo único que lo intenta constantemente es la información que recibo desde afuera -como la tuya en este instante- así como las veces que busco respuestas en mis archivos de datos acumulados a lo largo de mi existencia. Por las noches, en esas en que la Luna entera o de a cuartos aparece sobre la porción de cielo que simula una suerte de techo en el parque de  mi casa; las ramas del árbol del Paraíso que no dejan de crecer, me dan la sensación de que intercambian lugares con la selena imágen. En ese punto exacto puedo estimar la altura de nuestro satélite que no está más allá de un metro de la copa del árbol en cuestión. De allí, la estimación de los 40 metros.  Del mismo modo, puedo aseverar que algo se mueve allí afuera o dentro mío, porque si la comparo con edificios, con publicidades en las rutas incluso con otros árboles; varía mi percepción.
-¡Entonces hablabas de tu percepción y no de la realidad!
-¿Existe otra realidad más allá de mis conclusiones perceptivas? Según creo, mi "traje" (el cuerpo físico) viene provisto de millones y millones de sensores que funcionan con mágico equilibrio cual perfecta maquinaria, llevando al cerebro la información que recoge. Tal vez esté funcionando mal o quizá los datos que recoge no coinciden con los de la memoria que todos compartimos desde el inicio de la existencia como tal. En todo caso, eso no importaría mucho si no fuese porque en el aparente "afuera de mí" hay quienes perciben diferentes cosas de lo mismo que observamos.
Alguien entonces agregó:
-Es que somos individuos diferentes, con distintas historias familiares, experiencias de vida, educación, religión o creencias y todo eso.¡Claro que no vemos las cosas de la misma manera!
-¡Ese es el punto! Separarnos por gustos, conocimientos, creencias y todo lo demás.
El planteo seguía sumando inquietudes:
-¿Y no es eso lo correcto como humanos?, ¿No está la riqueza en una diversidad de experiencias?
Como los Talleres eran compartidos con vista hacia la Naturaleza, unas veces en un living con ventana a un jardín y otras debajo de los árboles; respondí:
-La variedad de experiencias se puede comparar a un jardín con incontables plantas de flores de múltiples colores y aromas. El único inconveniente entre los humanos es que no compartimos el jardín sino que que nuestra impronta es que buscamos imponer nuestra imagen, nuestro color y nuestro perfume. Hemos distorsionado lo diversamente bello del Amor para convertirlo en lo limitadamente destructivo de la ceguera interior. El dato de la distancia o cercanía de la Luna, si acaso esfera y medida existen, es sólo un simbolismo para ensayar la repercusión del ego al ser puesto en jaque por algo que parece provenir del exterior y en realidad es una jugada -tan familiar a las emociones que archivamos- que mueven el punto de equilibrio interno al abismo de la desarmonia total, hasta darnos cuenta de que no estamos en paz. Podemos verificar el grado de fragilidad con que vivimos cada momento, sin la suficiente armonía. Como esto el humano lo conoce y no quiere saborear el displacer, tiende a delegar tareas que nadie puede hacer por él. El ejemplo de la Luna es para que nos preguntemos:
-¿Preferimos que otros observen por nosotros?, ¿Somos de conformarnos con la experiencia que nos cuentan?, ¿Es más apropiado conocer para coincidir o es más creativo indagar para descubrir?, ¿Estamos dispuestos a realizar el esfuerzo de aceptar que podríamos estar equivocados respecto de tantas cosas?
Alguien por allí agregó:
-¿Qué cambiaría en el mundo si por ejemplo algunos de nosotros hiciésemos el esfuerzo de hacernos y respondernos esas preguntas?
-Nada.
-¿?
-Afuera es el futuro de adentro; lo lejano es el pasado de la percepción de hoy y el único universo que debe ser cambiado es el modo que tenemos de pensar la Vida.
Seguiremos analizando...

Con Amor,Graciela Khristael.

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