La mente y la postergación.
Graciela González / Khristael |
Todos los aprendizajes que asimilamos son la
consecuencia de dos factores principales:
Uno, es el impacto que produce un hecho
en nuestras vidas y que se graba en el subconsciente como archivo de memoria en
una carpeta que podríamos llamar: asuntos imprevistos.
Otro, que es el principal maestro de
nuestra vida condicionada, es el hábito. La costumbre de repetir un acto hasta
que luego sucede sin que parezca siquiera ser pensado.
Si acaso nuestro programa de experiencia
humana contiene como desafío vencer las limitaciones ante los obstáculos, pero
por sobre todo, no postergar luego las decisiones hacia la acción; es probable
que acumulemos cientos y miles de millones de bits de información lo
suficientemente destructiva, como para justificar que antes de hacer lo
importante para mí debo resolver lo necesario para otros.
Con miles de años de sometimiento del
humano en manos del humano, nos hemos adaptado psicológicamente a muchas ideas
que en nada se vinculan a seres en evolución sino quizá a voluntades
domesticadas capaces de adoptar como creencia que la postergación es un karma
sumiso al que seguir.
Cuando vamos dando vueltas en torno de
un desafío personal, haciendo otras tareas que van quitando ese tiempo que
luego faltará para poder realizarnos; estamos viviendo el síndrome de la
postergación. Allí es cuando debemos detenernos y observarnos por completo: los
gestos de las manos, las mandíbulas, la postura corporal, la sensación de todo
el cuerpo.
Es posible que al hacerlo nos encontremos
con alguien emocional o literalmente contracturado, porque se está comportando
como una niña o niños internos, asustados y anticipados a una reprimenda si
acaso osaran con hacer algo que les guste antes de cumplir con el servicio a
otros.
Y así viene la conocida pérdida de
tiempo útil para estudiar para un examen, para preparar una conferencia, para
comenzar un cuadro, para experimentar con cualquier cosa que nos interese profundamente.
Damos vueltas y vueltas con las falsas prioridades porque nos da miedo hacernos
cargo de lo que podría significar ser uno mismo.
La postergación es un gurú que no se
encuentra a miles de kilómetros sino en el centro de nuestra propia
cotidianeidad.
Seguimos peregrinando en el intento de
conocernos mejor,
Graciela González
Aquí tienes el audio de 3 minutos:
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