jueves, 13 de agosto de 2015

Postergarse.

La mente y la postergación.


Graciela González / Khristael
               Todos los aprendizajes que asimilamos son la consecuencia de dos factores principales:
Uno, es el impacto que produce un hecho en nuestras vidas y que se graba en el subconsciente como archivo de memoria en una carpeta que podríamos llamar: asuntos imprevistos.
Otro, que es el principal maestro de nuestra vida condicionada, es el hábito. La costumbre de repetir un acto hasta que luego sucede sin que parezca siquiera ser pensado.
Si acaso nuestro programa de experiencia humana contiene como desafío vencer las limitaciones ante los obstáculos, pero por sobre todo, no postergar luego las decisiones hacia la acción; es probable que acumulemos cientos y miles de millones de bits de información lo suficientemente destructiva, como para justificar que antes de hacer lo importante para mí debo resolver lo necesario para otros.
Con miles de años de sometimiento del humano en manos del humano, nos hemos adaptado psicológicamente a muchas ideas que en nada se vinculan a seres en evolución sino quizá a voluntades domesticadas capaces de adoptar como creencia que la postergación es un karma sumiso al que seguir.
Cuando vamos dando vueltas en torno de un desafío personal, haciendo otras tareas que van quitando ese tiempo que luego faltará para poder realizarnos; estamos viviendo el síndrome de la postergación. Allí es cuando debemos detenernos y observarnos por completo: los gestos de las manos, las mandíbulas, la postura corporal, la sensación de todo el cuerpo.
Es posible que al hacerlo nos encontremos con alguien emocional o literalmente contracturado, porque se está comportando como una niña o niños internos, asustados y anticipados a una reprimenda si acaso osaran con hacer algo que les guste antes de cumplir con el servicio a otros.
Y así viene la conocida pérdida de tiempo útil para estudiar para un examen, para preparar una conferencia, para comenzar un cuadro, para experimentar con cualquier cosa que nos interese profundamente. Damos vueltas y vueltas con las falsas prioridades porque nos da miedo hacernos cargo de lo que podría significar ser uno mismo.
La postergación es un gurú que no se encuentra a miles de kilómetros sino en el centro de nuestra propia cotidianeidad.
Seguimos peregrinando en el intento de conocernos mejor,
Graciela González

Aquí tienes el audio de 3 minutos:






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